Análisis

INFORME PARA UNA ACADEMIA
RESEÑA


Hay quien sostiene que en los seres humanos no existe la Selección Natural; es decir, el proceso por el cual un individuo sobresale por encima de otros de su misma especie, garantizando su reproducción y obteniendo un papel importante en la comunidad, y por el cual los individuos que no puedan superarlo están destinados a la muerte. Esta posición se basa en la idea de que la cultura pone, sobre los rasgos meramente físicos de éste, el establecimiento de unas normas de convivencia que dotan de "igualdad" a todos los individuos y que, a su vez, el uso de la razón constituye un factor fundamental de competitividad. Esto significa, en otras palabras, que no sólo sobreviven aquellos con los cuerpos más fuertes como en la antigua Esparta, sino que cualquiera tiene derecho a vivir, y quien haga buen uso de su razón podrá gobernar a otros, aun careciendo de atributos físicos idóneos para la lucha.

¿Por qué habría de sobrevivir alguien como yo, comparativamente pequeño y débil, en una competencia con individuos más fuertes? Parece que las reglas de esta competencia son otras, alejadas cada vez más de las características corporales, e inclinadas hacia los atributos intelectuales. Sin embargo dichos atributos no deben dejar de ser considerados como cualidades físicas, en tanto que obedecen a la configuración de un cierto tipo de células en el organismo (neuronas). En cualquier caso, estas nuevas reglas expresan una estructura social compleja, en la que existen un sinnúmero de elementos que determinarán la posición de un individuo en la comunidad (expresada en los seres humanos como sociedad). Ya no estamos condenados a la muerte por nuestra incapacidad de dominar a los demás miembros de ésta, y nuestra condena ahora radica en comprender y dominar el funcionamiento de nuestra mente, y encontrar sentido a nuestra existencia; algo para lo que comúnmente son utilizadas dos palabras: libertad y felicidad, respectivamente. Estas nuevas reglas son, en conclusión, más difíciles de interpretar y comprender, y esa misma dificultad se traslada a la búsqueda de razones para tomar una decisión u otra en nuestra vida.




"En lo que a mí atañe, ni entonces ni ahora pedí libertad. Con la libertad -y esto lo digo al margen- uno se engaña demasiado entre los hombres, ya que si el sentimiento de libertad es uno de los más sublimes, así de sublimes son también los correspondientes engaños."*



La vida de un ser humano es, en sí misma, un proceso evolutivo. Durante muchos años no escogemos ni lo que comemos, ni por dónde nos movemos, ni lo que nos ponemos encima. Y no se trata sólo de decisiones, sino también de capacidades. Primero somos un ser casi inerte que a duras penas pestañea, y poco a poco vamos desarrollando otras funciones del cuerpo hasta llegar a correr, saltar y dominar ciertas habilidades de motricidad fina. Pero no sólo es un proceso de evolución individual: también es un proceso de evolución social. Adaptarse a un entorno ha motivado las mayores dificultades en los seres humanos. Se empieza a evidenciar con los conflictos del colegio, que después a veces parecerán ridículos, pero que determinarán indefectiblemente nuestra propia percepción y la forma en que asumiremos nuestras relaciones sociales en el futuro.

A lo largo de nuestra vida actuamos de manera inconsciente, bajo una falsa idea de autonomía sobre nuestras decisiones, buscando soluciones rápidas y fáciles que nos alejen del sufrimiento. Se trata de salir como se pueda de las encrucijadas; de encontrarse de repente en medio de otra y volver a salir, y así sucesivamente. Durante ese proceso se toman decisiones que después se lamentan, que no siempre enorgullecen ni son favorables. Actuamos como hemos visto que otros actúan, y dependiendo de nuestros referentes adoptaremos posiciones favorables o desfavorables para nuestra vida, social e individual.



"No, yo no quería libertad. Quería únicamente una salida: a derecha, a izquierda, adonde fuera. No aspiraba a más. Aunque la salida fuese tan sólo un engaño: como mi pretensión era pequeña el engaño no sería mayor. ¡Avanzar, avanzar! Con tal de no detenerme con los brazos en alto, apretado contra las tablas de un cajón. […] De haber logrado deslizarme hasta el puente superior y saltado por sobre la borda, me hubiera mecido un momento sobre el océano y luego me habría ahogado. Todos éstos, actos suicidas. No razonaba tan humanamente entonces, pero bajo la influencia de mi medio ambiente actué como si hubiese razonado."*



Después vamos por la vida con nuestros complejos y nuestras verdades, formando cada vez parte más activa de la sociedad y la estructura hegemónica. Empieza la búsqueda de la independencia y la vida de familia, la elección de una formación dirigida a cumplir una función específica en este mundo industrial capitalista y, unos años después, el desempeño de esas labores que en la gran mayoría de los casos ocupará el resto de nuestra vida productiva. Desde que podemos "valernos de nuestro propio entendimiento" (parafraseando a Kant), vamos repasando capítulos pasados de nuestra existencia, lamentando un gran número de cosas y vanagloriándonos por otras. Este proceso parece no terminar nunca, pues el proceso de aprendizaje es constante, y siempre podremos pensar en una forma de hacer mejor algo que hicimos en el pasado.

A medida que pasan los años, la percepción de las cosas cambia. El amor ya no es lo que era la semana pasada; no es tan fuerte, ni tampoco lo es la muerte. Ninguno de los dos ha podido acabarnos o glorificarnos. Los hábitos cambian hacia una conducta más individualista y privada, y las reglas sociales que generan rechazo o aprobación adquieren cada vez menos importancia; el mundo es un lugar cada vez más y más pequeño en nuestra mente; cada vez tenemos menos oportunidades y menos osadía. Pero nuestra sensación de poseer la verdad no cambia, aunque nos hayamos dado cuenta que durante año creímos tenerla y estábamos equivocados. Es normal que así sea, al fin y al cabo hay que creer en algo, pues mientras no se luche contra la muerte -y cada vez es una lucha menos perdida- tendremos nuestros pensamientos encaminados a entendernos, aunque no nos alcance la vida para lograrlo.




"Hay un excelente giro alemán: "escurrirse entre los matorrales". Esto fue lo que yo hice: "me escurrí entre los matorrales". No me quedaba otro camino, por supuesto: siempre que no había que elegir la libertad. Si de un vistazo examino mi evolución y lo que fue su objetivo hasta ahora, ni me arrepiento de ella, ni me doy por satisfecho [...] Si me invitaran hoy a realizar un viaje en ese barco, rechazaría, por cierto, la invitación; pero también es cierto que los recuerdos que evocaría del entrepuente no serían todos desagradables."*



Hemos vivido obedeciendo a quién sabe qué principios de la termodinámica, actuando como hemos podido y querido. Ahora estamos "rotos pero enteros", como dice Benedetti, y al mirar atrás debemos aceptar con serenidad que no siempre tomamos las mejores decisiones, al menos no las más valientes y dignas. De todas formas aún nos queda un panorama que se encuentra adelante. Tenemos lo que hemos ido recogiendo y desarrollando a lo largo de todos estos años de vida, y nuestras decisiones cada vez son más conscientes y aumentan su grado de madurez, aunque sigan estando determinadas por una fuerza hegemónica que no hemos podido vencer. Hay varios momentos en la vida de los hombres, en que se cree saber con certeza lo que se quiere, y se tiene la capacidad y autonomía para ir a buscarlo.




"Y aprendí, estimados señores. ¡Ah, sí, cuando hay que aprender se aprende; se aprende cuando se trata de encontrar una salida! ¡Se aprende de manera despiadada! Se controla uno a sí mismo con la fusta, flagelándose a la menor debilidad [...] Cuando ya me sentí más seguro de mi capacidad, cuando el público percibió mis avances, cuando mi futuro comenzó a sonreírme, yo mismo elegí mis profesores."*


* Franz Kafka, Informe para una Academia.

Manuel Pardo
Bogotá, Colombia

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